Ha llovido poco desde que empezamos a comprar productos envasados en lejanos lugares, almacenados en grandes extensiones cerradas pero bien iluminadas por centrales nucleares, a las que nos desplazamos sobre vehículos oleopropulsados. Compramos y almacenamos más de lo necesitamos porque así nos ofrecen mejoras; incluso pagamos por lo que no nunca usaremos, pero es barato; no conocemos a los productores, ni dónde están, ni como son sus condiciones de trabajo ni de vida. Y luego nos sobra tanto... los envases y envoltorios acaban dispersados por el viento, atrapados por las zarzas, incluso los continentes para transportarlos llegan a la ribera a reclamar una segunda oportunidad para contenerlos, resistiéndose, igual que sus fugaces propietarios, a su destino inmutable: consumirse para ser basura.
Paradigma de nuestra historia, cultura, tiempo, de nuestra ciudad entrañable, de nuestra Ribera del Marco con sus feraces tierras sembradas de basura, de cemento, de humos, de ruidos, de vertidos... ha llovido poco para limpiar tanta codicia.
martes, 18 de agosto de 2009
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2 comentarios:
Que bueno!
Gracias por estar hay, es la cruda realidad.
Nos gusta tenerlo todo bien envasado, si es posible en paquetes individuales. No nos merece la pena cuidar ni arreglar las cosas cuando se rompen, mejor comprar otra nueva. Y como ahora no tenemos dinero porque dicen que estamos en crisis, nuestros mandatarios nos ofrecen ayudas para poder seguir comprando.
El problema es que reflexionar reflexionamos, pero seguimos consumiendo...¿pero qué virus es éste?
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